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Cuando la astronomía salvó a un inocente |
2025-06-27 |
Esta es una nota de mis colaboraciones en julio y agosto de 2013, en Onda Cero, en el programa de Eduardo Yáñez y Juan de la Herran. No es exactamente lo que dije. Son las notas que tenía preparadas a la hora de ponerme ante el micrófono, no lo que dije.
La foto que salvó a un inocente: astronomía en el banquillo
Una tarde de domingo de mayo de 1910, entre las dos y las tres, se cometió un robo en Omaha, Nebraska. Alguien sustrajo una valija llena de dinamita (sí, leyeron bien) y, poco después, un joven fue acusado del delito. Dos adolescentes afirmaron haberlo visto rondando el barrio con una maleta a esa hora. Parecía un caso cerrado.
Pero el abogado defensor decidió indagar un poco más. Descubrió que, durante el intervalo en que ocurrió el robo, las chicas habían estado en misa en una iglesia situada a más de kilómetro y medio del lugar del crimen. Para cuando supuestamente vieron al acusado, no solo no estaban cerca… ¡ni siquiera habían salido aún del templo!
Más aún, después de la misa, se hicieron una fotografía cerca de la iglesia. Y en esa imagen aparentemente inocente, el defensor vio una posibilidad inesperada: las sombras. Si las sombras eran lo suficientemente definidas, ¿podría calcularse la hora exacta en que se había tomado la foto?
Consultó a un astrónomo. Y la respuesta no pudo ser más precisa: las sombras indicaban que la foto se hizo a las **15:21:15**. Es decir, después del momento del robo y, por tanto, cuando las chicas todavía no podían haber visto al supuesto ladrón. El acusado tenía una coartada respaldada por la ciencia.
Pero el fiscal no se lo tomó en serio. Ridiculizó al astrónomo, se burló de la ciencia y convirtió el juicio en una comedia… que convenció al jurado. El joven fue declarado culpable.
La defensa apeló, y esta vez el tribunal pidió al astrónomo que revisara sus cálculos. Lo hizo, y reafirmó su análisis, admitiendo solo un posible error de quince segundos. La acusación, ya sin margen para la burla, consultó a otro astrónomo: el profesor Sivezey, de la Universidad de Nebraska. Su estimación coincidió casi exactamente: una diferencia de apenas veintinueve segundos.
Dos expertos. Dos cálculos. Mismo resultado. La coartada era sólida. El joven fue absuelto.
Lo que todavía hoy me asombra de esta historia no es solo el ingenio del defensor, ni la precisión asombrosa de los astrónomos, sino el hecho de que un fiscal pudiera mofarse de semejante evidencia. Solo un año antes, en 1909, Robert Peary había llegado al Polo Norte. ¿Y cuál fue la prueba principal de su hazaña? Exacto: las sombras en sus fotografías.
A veces, lo que parece una simple imagen puede encerrar la verdad… si sabemos cómo leerla.
Hasta mañana.
Enviado por flexarorion a las 04:47 | 0 Comentarios | Enlace
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