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Inicio > Historias > Ciencia y exterminio: la paradoja de Fritz Haber
Ciencia y exterminio: la paradoja de Fritz Haber |
2025-05-22 |
Esta es una nota de mis colaboraciones en julio y agosto de 2014, en Onda Cero, en el programa de Eduardo Yáñez. No es exactamente lo que dije. Son las notas que tenía preparadas a la hora de ponerme ante el micrófono, no lo que dije.
Queridos oyentes,
Como muchos de vosotros sabéis, he estado recientemente en Polonia, y hoy quiero hablaros de un lugar que representa una de las páginas más oscuras de la historia de la humanidad: el campo de exterminio de Auschwitz.
Ojalá pudiera expresar esta reflexión con una voz cargada de luto, pero tengo la voz que tengo y, con ella, trataré de transmitiros la profundidad del impacto que produce visitar este lugar. Auschwitz no es solo un sitio para recordar, sino para sentir el horror que allí ocurrió.
Recorrer sus instalaciones y observar las condiciones en las que vivían los prisioneros es absolutamente desgarrador. Pero si hay algo que realmente sobrecoge es entrar en las enormes cámaras de gas, capaces de asesinar simultáneamente a dos mil personas. Es entonces cuando te asalta la pregunta: ¿cómo es posible que un ser humano haya concebido semejante brutalidad?
Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz, fue quien introdujo el método de exterminio con el gas Ciclón B. En el recorrido por el campo, se pueden ver los botes originales que contenían este veneno letal. El Ciclón B era un compuesto sólido que, al entrar en contacto con la humedad, liberaba ácido cianhídrico, un gas más pesado que el aire que descendía rápidamente, matando a todo ser vivo en su proximidad. Su origen es sorprendente: derivaba del Ciclón A, un insecticida agrícola diseñado para combatir plagas. Sin embargo, para Auschwitz, los nazis pidieron que se eliminara el aditivo que le daba mal olor, asegurándose así de que sus víctimas no pudieran detectar el peligro.
Si nos remontamos más atrás en el tiempo, encontramos otra figura paradójica en la historia de la química: Fritz Haber. Este científico, galardonado con el Premio Nobel en 1918 por desarrollar la síntesis del amoniaco, tuvo una doble cara. Su descubrimiento permitió la fabricación de fertilizantes que han alimentado a millones de personas, pero también facilitó la creación de explosivos y gases venenosos utilizados en la guerra.
Haber, de origen judío pero convertido al luteranismo, pensó que su renuncia a su identidad lo protegería del antisemitismo. En 1901, se casó con Clara Immerwahr, una química que se opuso radicalmente a la investigación de armas químicas de su marido. En un acto de desesperación, Clara se quitó la vida en 1915. Años después, en 1933, Haber aceptó presidir el Instituto Weizmann en Israel, pero murió antes de llegar a su destino. Irónicamente, sus familiares, a pesar de haberse convertido al cristianismo, no escaparon a la persecución nazi y acabaron muriendo en las cámaras de gas de Auschwitz, exterminados por el mismo compuesto químico que él ayudó a desarrollar.
La historia de Fritz Haber ejemplifica la ambivalencia del ser humano: su talento contribuyó tanto al progreso como a la destrucción. Auschwitz nos recuerda, con crudeza, hasta dónde puede llegar la perversidad humana cuando se utiliza la ciencia para la barbarie.
Este es un lugar que todos deberíamos visitar al menos una vez en la vida. No es fácil, pero es necesario. Nos obliga a reflexionar, nos confronta con el pasado y nos advierte sobre los peligros de la intolerancia y el odio.
Hasta la próxima.
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Enviado por flexarorion a las 08:17 | 0 Comentarios | Enlace
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