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Inicio > Historias > Una nueva isla
Una nueva isla |
2015-06-01 |
Una nueva isla
Publicado en Diario Vasco. Big Bang el 18 de marzo de 2015
Autor: Félix Ares
Un volcán ha hecho nacer de la noche a la mañana una nueva isla
El Reino de Tonga, de la Polinesia, está formado por muchas islas. Su capital es Nukualofa. 45 kilómetros al noroeste de la capital hay un volcán submarino llamado de Hunga Tonga. Se ha hecho famoso pues tras su erupción en diciembre del pasado año, se ha creado una hermosa isla oblonga de 500 m de largo y cuya altura máxima es de 250 m.
Según Gianpiero Orbassano, que recientemente visitó la isla, el suelo todavía está caliente. No se trata de roca dura sino de magma fragmentado, básicamente de pequeñas piedras apiladas unas encima de otras sin nada que las cemente, lo que la hace muy inestable.
No se aconseja su visita debido tanto a que es muy inestable como a que no sabemos si volverá a haber otra erupción.
Si miramos una foto aérea anterior a la erupción veremos que al lado del volcán había dos pequeños islotes. Hoy se ve en medio de ellos otro mucho mayor que tiene un gran cráter circular en el centro.
Islas que aparecen de repente hay muchas, casi todos los años aparece alguna debido a volcanes o terremotos, pero no tan grandes como esta.
Algo similar ocurrió en 1831 mucho más cerca de nosotros, a 30 km al sur de Sicilia. La isla que surgió de repente tiene varios nombres, pero es más habitual es el de Ferdinandea, en honor a Fernando II, rey de las dos Sicilias. Allí hay un volcán submarino que se puso en erupción y creó la isla con unos cuatro kilómetros cuadrados de superficie y que se elevó hasta los 65 m. La erupción se produjo en julio, por lo que también se le conoce como isla Julia. Apenas duró seis meses pues despareció en diciembre de ese mismo año. Una vez que cesaron las presiones sísmicas que la habían producido y las tensiones dentro del volcán se relajaron, la cima de la isla descendió. En 1925 estaba a 25 m de profundidad, pero se ha ido elevando y hoy en día está tan solo a 6 m por debajo del nivel del mar. Frecuentemente la confunden con un submarino.
Varios autores, entre otros Julio Verne y Alejandro Dumas, aprovecharon el hecho de que la isla Ferdinandea estuvieran tan solo seis meses emergida para hacerla escenario de sus novelas.
En «Las maravillosas aventuras de Antifer», Verne sitúa un inmenso tesoro, enterrado en lo que en esos meses que estuvo emergida era su costa. Los protagonistas tuvieron que dejar que el tesoro durmiera su sueño de agua. Si hubiera sido cierto, hoy con equipos de buceo podría recuperarse. Lástima que solo era una buena historia.
No sabemos si Hunga Tonga ha venido para quedarse o si puede desaparecer.
Enviado por flexarorion a las 08:22 | 0 Comentarios | Enlace
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