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La edad de la tierra vista en 1916 |
2016-05-02 |
Siempre me ha gustado saber cómo han ido evolucionando las ideas sobre ciertos temas científicos. Uno de ellos es el de la edad de la tierra. Cuando en 2016 todavía hay muchos creacionistas que hablan de que tiene una edad de unos 6 000 años, veamos lo que se decía en las revistas científicas de hace un siglo.
Nota aparecida en la revista «Madrid Científico» n.º 896 de 25 de septiembre de 1916.
Los cálculos sobre la edad de la Tierra
Se ha tratado modernamente de examinar esta cuestión, atendiendo á los estudios sobre radioactividad. Las deducciones que ésta proporciona difieren grandemente de las que provienen de los fenómenos eléctricos ordinarios, y tomando datos de una discusión reciente, la revista Ibérica, da idea, en algunas líneas, de ciertas opiniones y observaciones emitidas sobre este asunto. Advierte señaladamente el Sr. A. Holmes, citado por dicha revista, que los valores deducidos de la radioactividad se han obtenido partiendo de la hipótesis de que la radioactividad constante del uranio y de sus elementos afines no varia con el tiempo. En esta hipótesis, se calcula en 1 500 millones la cifra que representa el número de años transcurridos desde la cristalización de las rocas plutónicas más antiguas de la corteza terrestre. Por otra parte, los cálculos de los geólogos, fundados en la sedimentación y acumulación de sales, dan cifras mucho más bajas, pues oscilan entre los 100 y 400 millones de años. La discrepancia entre la teoría que funda sus cálculos en la radioactividad y la que los funda en los fenómenos geológicos ordinarios, en sentir del profesor Joly, desaparecería en favor de la primera, si lograra demostrarse que el grado de debilitación del uranio ha decrecido en el transcurso de los tiempos. La solución de esta cuestión es, como se ve, hipotética en el presente estado de la ciencia, pues depende de la determinación de la proporción en que se debilitan las sales de uranio, por la acción del tiempo, de la presión y de la temperatura.
Enviado por flexarorion a las 10:21 | 0 Comentarios | Enlace
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Explosiones a distancia vistas en 1916 |
2016-05-01 |
Leyendo revistas antiguas de hace cien años he encontrado este artículo que me ha gustado mucho.Se trata de la descripción de un mando a distancia accionado por radio (está escrito en 1916). Me han gustado las referencias a que lo difícil no es accionar la explosión sino hacer que se produzca en el momento justo y que no se dispare debido al azar (ruido eléctrico atmosférico) o por el enemigo. La solución me parece brillante. También me ha interesado la mención al Telekino de Torres Quevedo, un auténtico mando a distancia que podía dirigir un barco. Pero del que ocuparé en otro moemento.
El artículo fue publicado en la revista «Madrid Científico» nº 883 de 1916. 15 de mayo de 1916
(Mantengo la para nosotros extraña ortografía).
Explosiones á distancia
Con motivo de la escuela práctica, notable por más de un concepto, que realizó el pasado otoño el segundo Regimiento de Zapadores Minadores, unido al ambiente general á consecuencia de la guerra, y coincidiendo con lo que ha dicho la prensa diaria, respecto al invento del Sr. Iglesias Blanco, muchas personas han mostrado interés por el asunto á que se refiere esta nota. Ante todo hemos de adelantar que nada hay de común entre lo que hemos leído respecto al invento del Sr. Iglesias Blanco y lo que hemos visto de la labor del Capitán Díaz Iboleón. El Sr. Iglesias se dice que ha resuelto algo maravilloso: provocar las explosiones por ondas eléctricas directamente, sin ningún mecanismo previamente preparado que por su acción haga estallar un hornillo dispuesto y cebado de un modo conveniente, en tal forma, que no habrá en lo sucesivo dirigible, aeroplano, submarino, ni depósito de municiones seguro.
Lo realizado por el distinguido ingeniero militar es cosa más modesta, aunque de una importancia militar enorme y que le ha permitido dar muestra de su preparación técnica y de su ingenio y laboriosidad, pues se trata simplemente de producir desde una estación transmisora, y por medio de las ondas hertzianas, la explosión de una ó varias minas, actuando sobre un aparato receptor, preparado de antemano; como se ve, la cosa no se sale de lo que la imaginación humana y el estado actual de la ciencia permiten concebir.
Ello es, en efecto, algo que está conseguido desde los comienzos de la radiotelegrafía: un mando á distancia; pues no era otra cosa lo que se hacía en las primitivas estaciones, en las que la armadura del electroimán de un aparato telegráfico ordinario, era accionada á voluntad desde una estación alejada y sin hilos conductores intermedios. Y como este electroimán, del mismo modo que marcaba: los signos Morse sobre una cinta, pudiera hacer entrar en acción un circuito local con energía suficiente para mover los aparatos de mando de un torpedo, barco, globo, mecanismo de explosión, etc., los que se ocuparon en estos estudios trataron de ampliar el horizonte del magno invento de Marconi, encaminándolo en esta dirección.
Pero les salieron al encuentro dificultades graves: el aparato receptor podía ser accionado, del mismo modo que por la estación transmisora, por todas las demás dentro de cuyo radio de acción estuviera y cuya longitud de onda fuera la misma que la adecuada del receptor, y este efecto se podía producir asimismo por la electricidad atmosférica, lo cual ponía la seguridad del resultado en manos del adversario ó del azar.
Todos estos inconvenientes han motivado que en las estaciones telegráficas sin conductor se haya desechado el empleo del Morse, sustituyéndolo por el teléfono, que permite reconocer la estación corresponsal, aunque transmitan varias, por la diferencia de intensidad ó de nota musical.
Para que el mando á distancia fuese asimismo un hecho, había que idear, por tanto, la manera de que las emisiones de la estación propia hiciesen funcionar los aparatos de utilización. En el campo de la radiotelegrafía no había solución para ello, y hubo que
buscarla en empleo de aparatos mecánicos colocados en la estación receptora, que neutralizase los efectos de cualquier acción perturbadora.
En este sentido se ha trabajado mucho, y ya en 1899 fueron dos los aparatos construidos: uno por Jammeson y Trotter, y otro por Orling y Beaunersjem; más tarde (1903) el telekino de nuestro Torres Quevedo y el aparato de Gabet, y en 1905 el de Branly, con comprobación de las acciones producidas.
Todos ellos son aparatos mecánicos, sumamente ingeniosos, para la dirección á distancia de barcos, globos y torpedos.
En lo que se refiere al caso particular de emplear el mando á distancia para producir explosiones, se han hecho en todos los países numerosos estudios y experiencias; en el nuestro, los ilustrados jefes de Ingenieros Calvo y Rojas idearon un ingenioso aparato,
que el último perfeccionó más tarde, y que tenemos entendido mereció un brillante informe de la Academia de Ciencias, pero no fué llevado á la práctica. No tenemos noticias de experiencias posteriores.
Todos estos trabajos se realizaban en una época en que el órgano esencial de recepción de la telegrafía sin alambres era el cohesor, y sin duda por esta razón se empleó en todos ellos, á pesar de sus muchos inconvenientes, entre los que no es el menor la falta de
garantía de su perfecto funcionamiento.
El detector es de éxito más seguro, pero en cambio el radio de acción disminuye de un modo considerable, si se ha de emplear un relevador que accione un circuito local, por sensible que sea este aparato.
Lo que el Capitán Díaz Iboleón ha logrado con sus experiencias es, que ni las descargas de la electricidad atmosférica, ni otra estación que no sea la propia puedan producir la explosión, y, en cambio, que ésta la produzca en el momento que se desee de un modo seguro y además sin necesidad de interrumpir su servicio normal.
Se ven claramente, por lo tanto, las dos partes de esta solución: por un lado, el problema resuelto de otros modos, el mando d distancia, y por otro, lo verdaderamente nuevo é ingenioso, el dar seguridad á la disposición, suprimiendo las explosiones que pudieran
producir causas ajenas á la voluntad del que las manda, bien sean fortuitas por los elementos atmosféricos o producidas por el enemigo.
El aparato que logra esto, tiene dos posiciones, que se pueden llamar, respectivamente, de seguro y de fuego.
La primera posición ó de seguro, permite dejar preparado el aparato con varios días de anticipación, con la absoluta garantía de que sólo lo puede hacer funcionar la estación propia. Para pasar de esta posición á la siguiente, de fuego, hay que hacer manipulaciones sucesivas en un orden determinado y dentro de plazo de tiempo sumamente corto, transcurrido el cual sin hacer exactamente las señales dispuestas, el aparato vuelve por sí mismo á la posición primitiva; hay, pues, que conocer la clave, que consiste en una conmutación de ondas, variando sucesivamente las que pueden hacer funcionar el aparato por la entrada en acción de diferentes bobinas de autoinducción; y además el límite de tiempo en que hay que realizarla es una dificultad más, que impide que una estación enemiga logre producir la explosión. Hay medio de asegurarse del buen funcionamiento del aparato, haciéndole emitir ondas de comprobación en cualquier momento que se desee.
A la posición de fuego se debe pasar poco antes del momento en que haya de verificarse la explosión, pero bien entendido que si se retrasa después ésta por cualquier causa, no disminuyen las garantías de seguridad, pues de no dar fuego diez segundos después de preparar el mecanismo, vuelve éste automáticamente á su posición de seguridad. Esta vuelta á cero se produce con un aparato de relojería muy sencillo: en el primitivo aparato de ensayo se empleó la máquina de un modestísimo despertador. La antena se coloca en condiciones de práctica invisibilidad.
Tal es la síntesis de lo realizado hasta ahora, continuándose los ensayos con más elementos, hasta perfeccionar la solución lograda, que ya con lo hecho se puede asegurar que es práctica. Vean nuestros lectores que la parte nueva de estos trabajos, no es meramente adjetiva, sino que de ella depende su eficacia militar, hasta tal punto que todo sistema que pueda estar á merced de la voluntad del enemigo ó de las contingencias del azar, por bien resuellos que tenga los demás extremos, no es de aplicación á ningún fin guerrero. (Ibérica).
JOAQUÍN DE LA LLAVE,
Capitán de Ingenieros.
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El horario de verano visto en 1916 |
2016-04-01 |
Artículo de Madrid Científico n.º 886. 15 de junio de 1916
Acabamos de cambiar nuestros relojes al horario de verano. En vez de la discusión de todos los años de si es bueno o malo o todo lo contrario, este año me he decidido por reproducir el artículo que Federico de La Fuente publicó en el número 886 de la revista «Madrid Científico» del 15 de junio de 1916 (Hace cien años). (Mantengo la ortografía original, ¡qué diferente es!)
La hora de verano.
Tras larga deliberación en el Senado, los franceses han decidido adelantar una hora los relojes de toda la nación. La maniobra se habrá realizado al mismo tiempo que ajustamos este número -en la noche del 14 al 15 de Junio. Ignoramos si la hora sustraída al dios Cronos será la ultima del día 14 ó la primera del 15, es decir, no sabemos si el avance de relojes se producirá á las xi de la noche, haciendo saltar en este instante á las xii la manecilla de las horas, ó si será á las xii cuando se dé el salto á la I. Tratándose de una sustracción, casi fuera más equitativo robar media hora á cada uno de los dos días 14 y 15, haciendo saltar la manilla desde las 11 1/2 á las 121/2. Quedarían así suprimidas este día en Francia las medias noches. Sea como fuere, el hecho es que el día 15, al despertarse los ciudadanos franceses, se encontrarán su reloj atrasado una hora con respecto al de la torre del lugar y tendrán que darle el mismo salto á la manecilla del suyo para ponerse en hora... y acelerar su toaleta para no llegar con retraso al taller ú oficina donde presten sus servicios. Todos los franceses se levantarán así una hora más pronto de la cama y volverán á ella también con una hora de antelación, siempre que se conserven las actuales horas en los lugares de trabajo, en las comidas y espectáculos. De esta manera, se dice, habrá una economía de una hora en el alumbrado y, consiguientemente, en el combustible. Los tiempos exigen economías y la total lograda por este concepto no es despreciable. Claro es que el mismo resultado se hubiera logrado dejando quietos los relojes y adelantando una hora la de entrada y salida del trabajo, la de almuerzos y comidas y la de entrada y cierre de espectáculos y establecimientos nocturnos; pero se ha creído más sencillo apelar al truco de los relojes. Tal vez tengan razón: recuérdese lo ocurrido por estas latitudes cuando el Sr. Lacierva quiso meter una hora antes en la cama á los noctámbulos; menuda fué la algarada promovida en nuestra Prensa. La medida no es de carácter permanente. Este adelanto de los relojes sólo dura hasta el 15 de Octubre, en esta época se llevará la manecilla hacia atrás y volveremos á la hora de invierno. Porque así como hasta ahora había zapatillas de verano é invierno, de abrigo las primeras y frescas las segundas, así también habrá en lo sucesivo, horas de verano y de invierno. Tampoco han sido originales los franceses: se les anticipó Inglaterra, la cual, á su vez, hubo de plagiar á los austro-alemanes. En lo del plagio nos referimos á la implantación actual de la medida. La idea, como todas las cosas raras, es genuinamente inglesa: hace unos nueve años ya hubo un míster que presentó al Parlamento lo que se llamó Daylight Saving Bill (ley para una mejor utilización de la luz solar). Por esta ley los relojes debían adelantarse una hora durante cinco meses, desde el tercer domingo de Abril al tercero de Septiembre; pero el bill no pasó de la categoría de proyecto. El hecho es que hoy nos hemos quedado rezagados una hora con respecto á nuestros vecinos, ya orientales ya occidentales, pues hasta los lusos han entrado en lo del anticipo horario. Llegados á Hendaya ó Cerbére, á Valença do Minho ó Elvas, los viajeros españoles se encontrarán sus relojes en retraso de una hora con respecto al de la estación. ¿Será cosa de poner nuestra hora en concordancia con la franco-lusitana? Veamos, veamos... Apelemos á nuestros recuerdos cosmográficos. Sabido es que el gran reloj, el reloj universal, el que de tiempo inmemorial regula nuestros días y nuestras noches, es el Sol. Eso de que el reloj sea universal y sea grande, no quiere decir que sea bueno; para los efectos de medir el tiempo resulta bastante más mediano el Sol que un buen reloj ginebrino. Ya hizo notar nuestro Rey Sabio, con asomos de irreverencia, que el Sumo Hacedor había debido andar distraído algunos ratos mientras erigía la gran fábrica del mundo. Hay algo en ella, en efecto, que á nuestro D. Alfonso se le antojaba torcido, y el caballero Sol goza además de ciertos movimientos que se salen del ritmo general. Astro perezoso, retrásase todos los días unos 4 minutos, con relación á las demás estrellas que le acompañan en la celeste esfera, y así si un día pasa por el meridiano de un lugar al mismo tiempo que Rigel, por ejemplo, al siguiente pasará por el mismo meridiano 4 minutos después que Rigel, 8 al otro, y así sucesivamente. Este constante y regular retraso, obligó á los astrónomos á distinguir, en cosa tan única como es el tiempo, dos distintos tipos de medida: el día sideral y el solar. Constituye el primero el lapso de tiempo transcurrido entre dos pasos consecutivos de cierto punto del ecuador celeste, llamado punto vernal, por el meridiano de un lugar (igual, desde luego, al que emplearía una estrella cualquiera en su armónico y ajustado movimiento); el paso del punto vernal por el meridiano es el que señala el instante en que empieza - el origen, como dicen los astrónomos—el día sideral. El tiempo que transcurre entre dos pasos consecutivos del Sol por el meridiano de un lugar, es el día solar. El medio día corresponde al paso superior del Sol por el meridiano, la media noche al paso inferior. Los astrónomos, que se ocupan en las cosas siderales, pueden regir sus observaciones por el tiempo sideral. Una división del día sideral en 24 partes iguales, á partir del origen del día sideral, un reloj cuya manecilla horaria recorra las 24 divisiones de la esfera en el tiempo justo de un día sideral, y ya tienen aquellos señores arreglado el tiempo sideral y su medida. Los demás mortales, los que nos ocupamos en las cosas de tejas abajo, los que no tenemos relaciones con las estrellas, y además ignoramos hacia dónde cae el punto vernal, y sólo sabemos que el Sol nos alumbra unos ratos y otros nos deja á obscuras, tenemos que regirnos por él, transigiendo con su marcha perezosa, que hace que cada día solar se prolongue 4 minutos más que el día sideral, lo cual obligaría al reloj ajustado al tiempo solar á marchar un poquito más despacio que el ajustado al tiempo sideral. Pero no acaban aquí los inconvenientes. Lo malo del caso es que el Sol no sólo es perezoso, sino irregular en su marcha. El sol, en su aparente movimiento, describe la eclíptica, una elipse-¡vaya un capricho! -y además inclinada sobre el ecuador. Resultado de estos dos caprichos del Sumo Hacedor es la desigualdad de los días solares. Y si el día ha de ser la unidad del tiempo, y si el carácter esencial de toda unidad es la invariabilidad, era preciso que los señores astrónomos echaran aquí un remiendo á la desconcertada naturaleza. Lo primero que hicieron fué echar mano de los adjetivos: al Sol que nos alumbra le llamaron sol verdadero; al momento en que pasa por el meridiano superior de un lugar, medio día verdadero, y al tiempo que transcurre entre dos medios días verdaderos, día verdadero. Como se ve, empezaron declarando la verdad, la realidad, para desde aquí lanzarse al terreno de la ficción. No es cosa de entretener á mis amables lectores relatándoles cómo los señores astrónomos idearon un sol fictido que, más regular en su marcha que el verdadero, recorría la eclíptica en el mismo tiempo que éste, pero con movimiento angular uniforme, encontrándose ambos tan sólo en dos puntos, en los dos extremos del eje mayor de la elipse; ni cómo imaginaron otro segundo sol ficticio, al que llamaron sol medio, cuya órbita fuera el ecuador celeste, órbita descrita con perfecta uniformidad en el mismo tiempo en que el primer sol ficticio describiera la suya, y coincidentes en el punto vernal y en el opuesto de la esfera celeste, pues todo esto nos conduciría á hablar de la ecuación del centro, de áreas, ángulos, ascensiones rectas, proyecciones de arcos y otras varias zarandajas inútiles para nuestro objeto. Limitémonos á conceptos aritméticos claros y precisos. Si los días son desiguales en el transcurso de un año, no lo es la duración de éste. Tomemos, pues, como unidad, vinieron á concluir los astrónomos, el promedio de los correspondientes á este tiempo, promedio ó media constante, y bauticémosle para evitar confusiones con el nombre de día medio. Es el que produciría aquél segundo sol ficticio, al que de pasada aludíamos, en su girar uniforme, y ahora se ve la razón de haberlo denominado sol medio, como se llama tiempo medio al por él determinado. La marcha de este sol hipotético, acompasada, regular, uniforme, no coincide con la del sol verdadero más que cuatro veces al año: sólo hacia el 15 de Abril, 15 de Junio, 1º de Septiembre y 24 de Diciembre, pasan juntos por el meridiano el rútilo Febo y este otro sol sin masa, sin brillo y sin luz, hijo de la fantasía de los astrónomos, señores que á sus horas (siderales, verdaderas ó medias), son tan fantaseadores como los más exaltados vates; el resto del año, ora se adelanta el sol verdadero, ora se retrasa con relación al paso rítmico y acompasado del sol medio por el meridiano. La diferencia en las comparecencias nunca es grande; cuando más, el intervalo comprendido entre el mediodía verdadero y el mediodía medio se eleva á 15 ó 16 minutos. No es mucho, y además los astrónomos nos dan calculada esa diferencia, que ellos llaman ecuación del tiempo para cada día del año; no hay más que tomar las tablas correspondientes á los Anuarios astronómicos y allí vemos los minutos y segundos que hay que agregar al mediodía verdadero, correspondiente á la culminación del Sol, para tener el mediodía medio, con arreglo al cual se ajustan nuestros relojes. Un siglo justo se ha cumplido desde que se puso en práctica contar por el tiempo medio las horas así felices como desgraciadas que forman la trama de la vida humana. Se había encontrado el patrón del tiempo, aunque no la hora única. El Sol pasa en distintos instantes por los diversos meridianos, y sólo tenían, por tanto, el mismo mediodía verdadero y el mismo mediodía medio, los lugares situados sobre el mismo semimeridiano. Cada lugar tenía en consecuencia su hora, cosa no muy cómoda para la vida de relación entre diversas localidades de una nación, por lo que se fué á pararen cada una de éstas á una sola, que fué, por lo general, la correspondiente á la capital; así en Francia fué la hora, para toda ella, la de París, y en España—incluida en ella Cataluña—la de Madrid. A la separación variable entre la hora verdadera y media, uníase ahora la debida á la diferencia de meridiano, á razón de cuatro minutos por grado. De esta manera á la hora oficial del mediodía, cuando el Sol culminaba en Madrid, hacia ya unos 24 minutos (damos estos números á ojo, sin tener á la vista coordenadas geográficas) que pasó el Sol por el meridiano de Barcelona y unos 15 que tardaría en pasar por el de Coruña. La longitud más oriental de España, correspondiente al cabo de Creux, unos 7º, da en tiempo, con relación á Madrid, una diferencia de veintiocho minutos; la más occidental, el cabo de Toriñana, poco más de 5° y medio, da una diferencia en tiempo de poco más de veintidós minutos. Si se agrega á aquéllos veintiocho minutos de retraso correspondientes al cabo de Creux, los diez y seis minutos á que se aproxima también el retraso de la hora media con relación á la verdadera en algún día del año, resultará que la diferencia entre la hora oficial y la verdadera, en el lugar más desfavorable de la Península y en los días más desfavorable del año, no llegaba á cuarenta y cinco minutos. La discordancia entre la hora oficial y la verdadera de cada lugar se hallaba, pues, comprendida en límites razonables. Así marchamos todos durante los últimos lustros del pasado siglo y primeros del presente, hasta que hace cinco años el aumento creciente en las relaciones internacionales, indujo á las naciones civilizadas á convenir en el empleo del sistema de los llamados husos horarios. Sencillo y conocidísimo es el fundamento del mismo. Redúcese á dividir la tierra en 24 husos iguales, de 15º de extensión en longitud cada uno, conviniendo en tomar como hora para todas las localidades comprendidas en él, la del meridiano bisector ó meridiano eje. El primer meridiano eje sería el de Greenwich. Europa quedaba comprendida en los tres primeros husos. Las horas correspondientes á ellos se denominaron en la práctica hora de la Europa occidental, de la Europa central y de la Europa oriental, respectivamente.
España quedó casi totalmente comprendida en el primer huso, el que tiene por eje el meridiano de Greenwich, y fijóse como hora oficial para toda la Península, en virtud del acuerdo internacional antes aludido, la llamada hora de la Europa occidental. El meridiano fundamental, que antes fuera para nosotros el de Madrid, quedó sustituido por el del Observatorio de aquella localidad inglesa. Para dar una grosera referencia de la situación de aquel meridiano en España, indicaremos que pasa por cerca de Caspe, Castellón y Altea (Alicante). Corrido el meridiano fundamental hacia la derecha, mejoraron sus horas, es decir, aproximaron la verdadera á la legal, los pueblos de la región oriental de la península. Las empeoraronlos de la región occidental, viniendo á encontrarse, por ejemplo, la hora de Vigo, en ciertos días del año, retrasada cerca de cincuenta minutos, con relación á la hora legal; es decir, que culminaba el Sol en las divinas rías gallegas cuando los relojes marcaban las doce y media ó las doce y tres cuartos. Era un avance tolerable. Francia, incluida en gran parte en el mismo huso, se regía por la misma hora que nosotros, la de la Europa occidental. Un poco atrasadillos llevaban los oficios en Niza (veinte minutos) y un tanto adelantados en Brest (veintisiete minutos), que agregados al cuarto de hora de separación que podía haber entre la hora media y la verdadera, daban diferencias totales de unos tres cuartos de hora, entre la hora legal y la verdadera. Estaban, pues, mejor aún que España en este respecto. Al llegar á la frontera franco-española, los viajeros, españoles ó franceses, se encontraban sus relojes en hora. Hoy, creyendo que la calentura está en las sábanas, todos los pueblos beligerantes han acordado ponerse por montera el convenio internacional de los husos horarios, y, como decíamos antes, nos encontramos retrasados con respecto á nuestros vecinos, pues éstos, en su odio al enemigo, han acordado atenerse á la antigua hora boche, á la de la Europa Central, adelantada una hora, como antes indicamos, respecto de la correspondiente á la Europa Occidental. ¿Aceptamos también nosotros la hora de verano, como pretenden los catalanes por el órgano del señor Rahola? Pues sepa el insigne presidente del Consejo que algún día será en las costas gallegas muy cerca de las dos al mediodía, y esto, francamente, nos parece que es faltar á la reunión. Verdad es, que más al Occidente que Vigo se hallan Lisboa y Cascaes, y que aquí será alguna vez mediodía á las dos de la tarde; pero el que toque la ocarina el inquilino del tercero, no es razón bastante para que el del principal se dedique al dulce manejo del acordeón. Sigamos, pues, con nuestra honrada hora occidental, y dejemos que nuestros vecinos de Occidente se dediquen, como dicen los otros vecinos del Norte, á «chercher le midi á les deux heures».
FEDERICO DE LA FUENTE.
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El fin de la alquimia |
2015-10-06 |
Publicado en el Diario Vasco. Big Bang 31 de julio de 2005
Autor: Félix Ares
Van Helmont demostró que Aristóles también se equivocaba
Los alquimistas, siguiendo a Empedocles y a Aristóteles, decían que toda la materia estaba formada por cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego. Agua y tierra son pesados mientras que aire y fuego son ligeros. Todas las sustancias conocidas estaban compuestas por esos cuatro elementos en diversas proporciones.
El médico, fisiólogo y químico belga Jan Baptist Van Helmont fue el que dio el paso de la alquimia a la química. Creía en la piedra filosofal y en las enseñanzas místicas alquímicas pero era un minucioso experimentador que le llevó a negar los cuatro elementos de Aristóteles.
El primer golpe lo da con el fuego. "El fuego --nos dice-- no es ni un elemento ni una sustancia; la llama es un humo encendido." Humo hoy deberíamos traducirlo por gas.
El segundo golpe se lo dio a la tierra. Los químicos y alquimistas de su época pensaban que los árboles, por ser pesados, estaban compuestos fundamentalmente por tierra.
Van Helmont plantó un sauce en una caja con tierra. Pesó tanto el árbol al plantarlo como la caja con tierra. Lo mantuvo durante cinco años simplemente regándolo. Lo cortó y lo volvió a pesar. El árbol había ganado 74 kilos y la tierra había disminuido 57 gramos; por tanto, concluyó, el árbol no era producto de la tierra sino del agua.
Debido al experimento anterior muchos le consideran el padre de la fisiología vegetal.
También fue un precursor de la química de gases. De hecho él fue quien empleó por primera vez el termino gas. Identificó el dióxido de carbono al que llamó "gas silvestre". Demostró que procedía de la combustión del carbón, de la acción del vinagre sobre ciertas piedras o de la fermentación del zumo de uvas.
Quizá su contribución más importante fue destronar a Aristóteles, demostrar que el gran maestro también era humano y se equivocaba.
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La bomba elefante |
2015-10-06 |
Publicado en el Diario Vasco el 30 de julio de 2005
Ian Thorpe nos cuenta una terrible historia que vivió en Zimbabwe. Cuando tenía 18 años daba clases en una aldea cuya única fuente de agua procedía de un pozo al aire libre a tres kilómetros de distancia. Un día una serpiente cayó en el pozo y se pudrió. Por toda la aldea se propagó la disentería. Dos de sus alumnos murieron.
Regresó a Inglaterra, su tierra natal, y estudió Ciencias Medioambientales en la Universidad de East Anglia. Allí no dejó de dar vueltas al problema del agua. Por un lado, el que el pozo estuviera sin protección podía producir accidentes como el de la serpiente, por otro lado que todo el proceso fuera manual: ir con el cántaro, bajar el cántaro con una cuerda, volver a subirlo, ... hacía que las niñas—que eran las encargadas de conseguir el agua para la familia—faltasen muchas veces a clase.
Así que pensó una solución. Por una parte había que proteger el pozo, lo que se podía hacer rodeándole con un muro de ladrillos y poniendo techo. Por otro, había que simplificar el mecanismo de subida. Encontró una vieja noria que se usaba en China hace más de 2 000 años y vio que con pequeños retoques era lo que se necesitaba. Los canjilones son muy simples, una especie de gran arandela con el mismo diámetro que una sencilla tubería de PVC. Las arandelas están unidas mediante nudos a la cuerda que da vueltas. La tubería de PVC—por la que suben las arandelas—está sumergida en el agua del pozo. Las arandelas circulan dentro de ella bien ajustadas y levantan el agua. Para mover los canjilones se utiliza una cadena de bicicleta y pedales. Al pedalear, el agua sale por una tubería que parece la trompa de un elefante, de ahí el nombre de la bomba.
De ese modo tan sencillo el agua está protegida, evitando enfermedades, y las niñas la obtienen más rápidamente y acuden más veces a clase.
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La bomba elefante |
2015-10-06 |
Publicado en el Diario Vasco el 30 de julio de 2005
Ian Thorpe nos cuenta una terrible historia que vivió en Zimbabwe. Cuando tenía 18 años daba clases en una aldea cuya única fuente de agua procedía de un pozo al aire libre a tres kilómetros de distancia. Un día una serpiente cayó en el pozo y se pudrió. Por toda la aldea se propagó la disentería. Dos de sus alumnos murieron.
Regresó a Inglaterra, su tierra natal, y estudió Ciencias Medioambientales en la Universidad de East Anglia. Allí no dejó de dar vueltas al problema del agua. Por un lado, el que el pozo estuviera sin protección podía producir accidentes como el de la serpiente, por otro lado que todo el proceso fuera manual: ir con el cántaro, bajar el cántaro con una cuerda, volver a subirlo, ... hacía que las niñas—que eran las encargadas de conseguir el agua para la familia—faltasen muchas veces a clase.
Así que pensó una solución. Por una parte había que proteger el pozo, lo que se podía hacer rodeándole con un muro de ladrillos y poniendo techo. Por otro, había que simplificar el mecanismo de subida. Encontró una vieja noria que se usaba en China hace más de 2 000 años y vio que con pequeños retoques era lo que se necesitaba. Los canjilones son muy simples, una especie de gran arandela con el mismo diámetro que una sencilla tubería de PVC. Las arandelas están unidas mediante nudos a la cuerda que da vueltas. La tubería de PVC—por la que suben las arandelas—está sumergida en el agua del pozo. Las arandelas circulan dentro de ella bien ajustadas y levantan el agua. Para mover los canjilones se utiliza una cadena de bicicleta y pedales. Al pedalear, el agua sale por una tubería que parece la trompa de un elefante, de ahí el nombre de la bomba.
De ese modo tan sencillo el agua está protegida, evitando enfermedades, y las niñas la obtienen más rápidamente y acuden más veces a clase.
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Corriendo de izquierda a derecha |
2015-10-06 |
Publicado en el Diario Vasco. Big Bang el 06 de mayo de 2015
[/Autor: Félix Ares/
Cómics, videojuegos, fotos familiares e incluso la tipografía «corren» de izquierda a derecha
El videojuego arquetípico es el de Mario. Seguro que usted recuerda a este personaje corriendo y saltando, ¿en qué dirección? Casi siempre de izquierda a derecha. Si usted coge unas cuantas fotos familiares, por ejemplo, de los primeros pasos de sus hijos, verá, quizá con sorpresa, que la mayor parte de ellas están tomadas de forma que el movimiento de los niños va de izquierda a derecha.
En los cómics que leíamos de niños, para indicar velocidad las letras se hacían itálicas, inclinándose hacia la derecha, y cuanta más inclinación indicaba más velocidad. En los dibujos animados, no solamente lo habitual es que corran de izquierda a derecha sino que también lo es que los objetos que corren se inclinen a la derecha, podríamos decir que se hacen «itálicos».
Podríamos pensar que es un sesgo debido a nuestra tipografía que tiene itálicas, que están inclinadas hacia la derecha, algo quizá relacionado con que escribimos de izquierda a derecha. Le propongo un experimento muy sencillo que demuestra lo contrario. Vaya a procesador de texto multilingüe y elija como alfabeto el hebreo. Empiece a escribir cualquier cosa, verá que se escribe de derecha a izquierda. Ahora pida que ponga ese párrafo en «cursiva», las letras se inclinan hacia la derecha. Podríamos pensar que como se escribe de derecha a izquierda su itálica fuera inclinada hacia la izquierda, pero no es así. En los cómics hebreos también la velocidad es de izquierda a derecha y las letras se hacen itálicas para indicar velocidad.
Según el psicólogo Peter Walker de la universidad de Lancaster (UK) eso demuestra que en todos los humanos hay un sesgo que hace que la velocidad se simbolice de izquierda a derecha. En su trabajo, publicado en la revista «Perception», estudió miles de imágenes de Google, hasta descubrir este sesgo. Pero no es el único. Se preguntó qué convenciones artísticas se usan para transmitir la idea de movimiento en objetos animados e inanimados cuando lo que tenemos son imágenes estáticas. Descubrió dos convenciones casi universales, la primera es la ya explicada de que la velocidad se expresa de izquierda a derecha y la otra es que los objetos en movimiento se inclinan hacia la derecha, es decir, hacia el lado en el que se mueven, la inclinación la interpretamos como velocidad.
Sin embargo, nos dice Walker, esos sesgos no se aplican a los objetos estacionarios, que tampoco muestran un sesgo contrario de inclinación hacia la izquierda.
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Corriendo de izquierda a derecha |
2015-10-06 |
Publicado en el Diario Vasco. Big Bang el 06 de mayo de 2015
[/Autor: Félix Ares/
Cómics, videojuegos, fotos familiares e incluso la tipografía «corren» de izquierda a derecha
El videojuego arquetípico es el de Mario. Seguro que usted recuerda a este personaje corriendo y saltando, ¿en qué dirección? Casi siempre de izquierda a derecha. Si usted coge unas cuantas fotos familiares, por ejemplo, de los primeros pasos de sus hijos, verá, quizá con sorpresa, que la mayor parte de ellas están tomadas de forma que el movimiento de los niños va de izquierda a derecha.
En los cómics que leíamos de niños, para indicar velocidad las letras se hacían itálicas, inclinándose hacia la derecha, y cuanta más inclinación indicaba más velocidad. En los dibujos animados, no solamente lo habitual es que corran de izquierda a derecha sino que también lo es que los objetos que corren se inclinen a la derecha, podríamos decir que se hacen «itálicos».
Podríamos pensar que es un sesgo debido a nuestra tipografía que tiene itálicas, que están inclinadas hacia la derecha, algo quizá relacionado con que escribimos de izquierda a derecha. Le propongo un experimento muy sencillo que demuestra lo contrario. Vaya a procesador de texto multilingüe y elija como alfabeto el hebreo. Empiece a escribir cualquier cosa, verá que se escribe de derecha a izquierda. Ahora pida que ponga ese párrafo en «cursiva», las letras se inclinan hacia la derecha. Podríamos pensar que como se escribe de derecha a izquierda su itálica fuera inclinada hacia la izquierda, pero no es así. En los cómics hebreos también la velocidad es de izquierda a derecha y las letras se hacen itálicas para indicar velocidad.
Según el psicólogo Peter Walker de la universidad de Lancaster (UK) eso demuestra que en todos los humanos hay un sesgo que hace que la velocidad se simbolice de izquierda a derecha. En su trabajo, publicado en la revista «Perception», estudió miles de imágenes de Google, hasta descubrir este sesgo. Pero no es el único. Se preguntó qué convenciones artísticas se usan para transmitir la idea de movimiento en objetos animados e inanimados cuando lo que tenemos son imágenes estáticas. Descubrió dos convenciones casi universales, la primera es la ya explicada de que la velocidad se expresa de izquierda a derecha y la otra es que los objetos en movimiento se inclinan hacia la derecha, es decir, hacia el lado en el que se mueven, la inclinación la interpretamos como velocidad.
Sin embargo, nos dice Walker, esos sesgos no se aplican a los objetos estacionarios, que tampoco muestran un sesgo contrario de inclinación hacia la izquierda.
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Champán explosivo |
2015-10-06 |
Publicado en el Diario Vasco. Big Bang el 29 de abril de 2015
Autor: Félix Ares
Las botellas de los vinos inventados por Pierre Perignon tenían tendencia a explosionar
La historia que se cuenta habitualmente es que Dom Pierre Perignon, monje Benedictino que llegó a ser el jefe de las bodegas de la abadía de Hautvilliers, diócesis de Reims, fue el inventor del champán. La historia es parcialmente cierta y hay que matizarla.
Nadie duda de que Perignon era un excelente enólogo y que creó magníficos vinos mediante el procedimiento de mezclar varias variedades de uvas. En los alrededores del monasterio se daban muy bien las uvas Chardonnay, Pinot noir y Pinot meunier. Mezclando las tres consiguió un excelente vino amarillento, uno de cuyos mejores clientes eran los ingleses.
Pensemos por un momento en la geografía, Hautvilliers está muy al norte, al noreste de París. De hecho, más al norte ya no se producían vides. Los vinos de Perignon fermentaban en barricas. Al comenzar el otoño, el frío hacía que la fermentación se detuviera. Entonces era el momento de enviarlo a Inglaterra. Si se lo bebían pronto no pasaba nada, pero si esperaban a la primavera, la fermentación recomenzaba, producía dióxido de carbono, aumentaba la presión dentro de la barrica y se empezaba a salir por sus grietas.
Tanto a Dom Perignon como a sus clientes ingleses pensaron que si en vez de enviarlo en barricas lo hacían en botellas herméticas, el líquido no podría salirse. Así empezaron a embotellar el líquido. Pero no había forma de que la boca fuera hermética. Unos peregrinos procedentes de Sant Feliu de Guixols, le explicaron que ellos usaban corcho para taponar las botellas. El corcho se hervía y cuando estaba caliente era muy blando, tanto que se podía meter a presión un trozo mayor que la boca de la botella dentro de la misma. Después, cuando el corcho se enfriaba, cerraba casi herméticamente la botella. Aparentemente estaba resuelto el problema, lo enviarían en botellas con tapón de corcho. Pero al llegar la primavera se reiniciaba la fermentación y las botellas –de cristal frágil– reventaban. Los ingleses desarrollaron botellas de cristal grueso y Dom Perignon en la abadía ataba los tapones a la botella mediante ganchos de hierro. De ese modo logró que explosionasen menos, pero explosionaban con resultados catastróficos, dicen que los que manejaban las botellas iban protegidos, no obstante, en una bodega inglesa, con tres operarios, cada uno de ellos había perdido un ojo en diversas explosiones. Las botellas que sobrevivían proporcionaban un vino amarillento con muchas burbujas de CO2, lo que hoy llamamos champán. ¡Chin-chin!
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El retorno del brontosaurio |
2015-08-17 |
El retorno del brontosaurio
Publicado en Diario Vasco. Columna Big Bang el 22 de abril de 2015
Autor: Félix Ares
Nuevos estudios hacen que sea posible la resurrección del nombre brontosaurio
El brontosaurio es un caso especial en la historia de la percepción popular de los dinosaurios. Científicamente ese nombre desapareció en 1903, pero siguió usándose en la literatura popular. Se trata de un enorme animal de cuatro patas, con un largo rabo y un enorme cuello terminado en una cabeza muy pequeña.
Le dio el nombre de brontosaurio el famoso buscador de dinosaurios del siglo XIX Charles Marsh. En 1877, el geólogo Arthur Lakes envió unos huesos a Marsh, que los catalogo como pertenecientes a un dinosaurio de finales del periodo Jurásico y les dio el nombre de Apatosaurus ajax (Género: Apatosaurus, especie: ajax). Poco después, el equipo de Marsh descubrió otro animal similar, pero con diferencias suficientes para que decidiera que era de un género diferente, al que dio el nombre de Brontosaurus y al animal en concreto le hizo pertenecer a la especie excelsus, por lo que se conoce como Brontosaurus excelsus. Ahí nace el nombre de brontosaurio que no duró mucho; en 1903, el paleontólogo Elmer Riggs, del Museo de Ciencias Naturales de Houston, llegó a la conclusión de que Marsh se equivocaba, los dos ejemplares pertenecían al género Apatosaurus. Así que nuestro Brontosaurus excelsus se convirtió en Apatosaurus excelsus. Hasta hoy.
En un museo suizo había ejemplares de dinosaurios sin catalogar y un grupo de investigadores de la universidad de Lisboa, dirigido por Emanuel Tschopp, quiso llegar a saber de qué especies se trataban. Aquello que empezó de forma tan sencilla se fue complicando y les obligó a embarcarse en algo mucho más complejo, poner orden en toda la familia «Diplodocidea» que incluye los diplodocus y los apatosaurios. Los investigadores examinaron 477 trazos morfológicos diferentes de especímenes de museos de Estados Unidos y de Europa. Con todos aquellos datos y unas potentes herramientas estadísticas lograron establecer las características diferenciales de los dos géneros –diplodocus y apatosaurios–. Y se dio la sorpresa, los que antiguamente se llamaron Brontosaurus eran muy diferentes de los apatosaurios; por ejemplo, su cuello era mucho menos robusto que el de los apatotosaurios. No solo había esa diferencia, había suficientes como para considerar que los brontosaurios eran un género aparte. Por ello, Tschopp y sus colaboradores proponen volver a los orígenes; es decir, volver a que exista el género Brontosaurus. La decisión está en manos de la «Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica».
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Attosegundos |
2015-08-11 |
Attosegundos
Publicado en Diario Vasco el 29 de julio de 2005
Autor: Félix Ares
Vamos a pensar en cantidades de tiempo muy pequeñas. Pero que muy pequeñas. Empecemos por el microsegundo. Un millón de microsegundos son un segundo. Si dividimos el microsegundo por mil tenemos el nanosegundo. Mil millones de nanosegundos son un segundo.
Una millonésima de una millonésima de segundo se llama picosegundo.
Una millonésima de picosegundo es un attosegundo. O dicho de otro modo, un attosegundo es una millonésima de una millonésima de una millonésima de segundo.
El attosegundo es una cantidad increíblemente pequeña. Para hacernos una idea hagamos el siguiente ejercicio: escribamos la edad del universo en segundos. Sustituyamos el segundo por el attosegundo. La edad del universo con esa sustitución no llega a ser de medio segundo.
Hasta ahora lo más pequeño que se había logrado medir era del orden de los mil attosegundos. Pero este reloj resultaba demasiado grande para ciertos procesos físicos. Por ejemplo, para saber cuanto tarda un electrón en pasar desde un átomo a otro. En el número de la revista Nature del 21 de julio se publicaba un artículo en el que se había medido el tiempo que tardaba en pasar un electrón desde un átomo de azufre a otro de rutenio. Era aproximadamente de 320 attosegundos. Era la primera vez que se media una cantidad tan pequeña.
Y hay un detalle por el que los donostiarras nos podemos sentir orgullosos. Esa medida se ha hecho en Alemania, pero la idea de cómo hacerla y los cálculos teóricos se han realizado en el Donostia International Physics Center (DIPC), uno de los centros de investigación más importantes de nuestra ciudad. Los investigadores del DIPC que han participado han sido Daniel Sánchez-Portal y Pedro Miguel Etxenike.
De este modo se ha abierto la puerta a la investigación en una nueva escala de tiempos: el attosegundo.
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Picotux |
2015-08-11 |
Picotux
Publicado en Diario Vasco el 28 de julio de 2005
Autor: Félix Ares
Todos sabemos que el tamaño de la electrónica está disminuyendo drásticamente, pero quizá esta computadora le sorprenda: Picotux. Sus dimensiones son 1,9 cm de alto por 1,9 de ancho y 3, 5 de profundidad.
¿Que qué puede hacer una computadora tan diminuta? Bien, veamos sus características: Su corazón es un procesador de 32 bits, como la mayoría de los ordenadores que se venden en las tiendas hoy en día; funciona con una velocidad de 130 millones de instrucciones por segundo—lo que es un poco pequeño para los estándares actuales, que puede ser de varios miles de millones —y tiene una memoria de trabajo de ocho millones de caracteres, una memoria de almacenamiento de dos millones de caracteres y también tiene una tarjeta de red para poder conectarse a Internet.
Para hacernos una idea comparativa. En 1981 IBM sacó al mercado la primera PC. No fue la primera computadora de sobremesa que hubo, pero si fue la primera de la serie de máquinas habituales que hoy llamamos PC. Su procesador era de tan sólo 16 bits y su velocidad era de 330 000 instrucciones por segundo. La memoria era de 16 000 caracteres y llevaba un disquete de 160 000. No tenía conexión a Internet.
Es decir, en cuanto a velocidad de proceso el pequeño Picotux es 430 veces superior. Memoria de trabajo 500 veces mayor. Su capacidad de almacenamiento de datos externos 12,5 veces mayor. Además lleva incorporada una tarjeta de conexión a Red.
Es muy posible que dentro de poco su lavadora, su horno o su frigorífico lleven una PC de este tipo en su interior. Para que usted los pueda manejar desde Internet o incluso para que sea el propio frigorífico quien haga el pedido al supermercado cuando detecte que sus niveles de productos son muy bajos. Por ejemplo, cuando detecte que hay poca leche hará el pedido de la semana.
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El rey era reina |
2015-08-11 |
El rey era reina
Publicado en Diario Vasco. Big Bang el 5 de septiembre de 2012
Autor. Félix Ares
[*El biólogo Jan Swammerdam demostró que el «rey» de la colmena tenía ovarios.*
La miel ha sido un alimento básico para los humanos desde siempre. Nuestros antecesores pre-humanos ya la recolectaban de algún modo, como demuestra que hoy en día lo hagan nuestros primos los chimpancés. Su sabor dulce, que indica un alto contenido energético, la hacía altamente deseable para nuestros paladares por lo que la buscábamos y la recolectábamos. Casi con seguridad que las primeras bebidas alcohólicas se obtuvieron al diluir la miel con agua y dejarla fermentar. La miel procede del arduo trabajo de las abejas. Un trabajo inmenso. Para conseguir un litro de miel las abejas han tenido que hacer entre cien mil y quinientos mil viajes, dependiendo del tipo de flor. La miel ocupaba un importante lugar en las cocinas griega y romana; también se utilizaba como conservante del vino, y la carne sumergida en miel duraba un año sin corromperse. La miel formaba parte del ajuar funerario de muchas civilizaciones, como la sumeria o la cretense. Alejandro Magno fue enterrado con miel.
No sorprende por tanto que las abejas hayan sido estudiadas con gran detalle desde hace miles de años. Lo que sí sorprende es el enorme conjunto de ideas erróneas que se desarrollaron en torno a las mismas. Por ejemplo, el mito de su generación espontánea. El poeta romano Virgilio, al hablar de Aristeo –el guardián de las abejas–, nos da la receta para obtenerlas. Nos dice que Aristeo ofreció una adormidera a Orfeo y «cuatro soberbios toros inmolados y otras tantas terneras a Eurídice»... al noveno día «¡Oh prodigio! De las entrañas putrefactas de las víctimas, a través de los flancos desgarrados, se vieron salir miles de abejas zumbando...». Es curioso observar que esta idea de generación espontánea de los insectos permanece hasta el siglo XVII. El fin del mito se debe al biólogo holandés Jan Swammerdam, que fue uno de los primeros en utilizar el microscopio. Los apicultores sabían que cada colmena tenía un «rey» al que atribuían las funciones de «centro de control» de la misma. En su obra «Historia General de los Insectos», publicada en 1669, describe que el famoso «rey» tenía ovarios; es decir, que se trataba de una reina cuya única función era la de producir huevos; nada de «centro de control». El 1737 se publicó póstumamente otra de sus obras, «La Biblia de la Naturaleza», donde verificaba no solo que la única función de la «reina» era la de producir huevos, sino que, además, era la única abeja de la colmena que lo hacía y en cada colmena solo había una.
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Bombilla con grafeno |
2015-08-11 |
Bombilla con grafeno
Publicado en Diario Vasco. Big Bang el 15 de abril de 2015
Autor: Félix Ares
El primer producto comercial del grafeno probablemente será una bombilla
El grafito es el componente fundamental de la mina de los lápices. Podemos imaginarnos al grafito como una pila de capas muy finas, algo así como un paquete de folios. Los folios se deslizan muy fácilmente unos sobre otros. Al presionar el lápiz sobre el papel, las capas superficiales se deslizan de la mina y quedan adheridas al papel.
En el grafito el tamaño de «los folios» es microscópico. Imaginemos que logramos fabricar esas capas de grafito, pero de superficie mayor. Estaríamos ante lo que llamamos grafeno, que no es otra cosa que una superficie grande de átomos de carbono, muy bien unidos por los lados, pero que solo tienen un átomo de altura. Un solo átomo de altura. Es un material muy particular con propiedades extraordinarias, entre ellas una enorme resistencia a la tensión. Desde su descubrimiento en 2004 en la universidad de Manchester, ha sido un material que no ha dejado de dar sorpresas y que ha logrado infinidad de usos, pero, hasta el momento tan solo eran prototipos de laboratorio. Muy interesantes, pero nada que vaya a ir al mercado demasiado pronto, debido a las dificultades de fabricación masiva. Para acelerar la entrada en el mercado, la universidad de Manchester inauguró el mes pasado el Instituto Nacional del Grafeno (ING), en el que colabora no solo la universidad sino que también lo hacen otras 35 empresas.
La empresa Graphene Lighting PLC (GL), ha nacido de la universidad y colabora estrechamente con ING. El día de la inauguración del ING se presentó una bombilla desarrollada por GL. Es una bombilla que lleva un LED –un diodo emisor de luz– recubierto de grafeno. Consume un 10% menos que las bombillas estándares de LED, su duración será mucho mayor y su costo estará por debajo de los 20¤. Y la gran novedad, no se trata de un producto de laboratorio, ya se está empezando a fabricar masivamente y en unos pocos meses se podrá comprar en las tiendas del Reino Unido.
Como dijo el Vicepresidente de la Universidad de Manchester en la inauguración: «Esta bombilla demuestra que los productos basados en el grafeno se están convirtiendo en realidad, un poco después de transcurrir diez años de su aislamiento, lo que es un tiempo muy corto en términos científicos».
Para terminar digamos que el grafeno fue descubierto por Konstantin Novosiólov y Andre Geim por lo que recibieron el premio Nobel de 2010. Gracias al DIPC –Donostia International Phisics Center– hemos podido disfrutar en Donosti de las conferencias de Geim. Gracias.
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El volcán Tambora |
2015-06-30 |
El volcán Tambora
Publicado en Diario Vasco. Big Bang el 8 de abril de 2015
Hace doscientos años explosionó el volcán Tambora
«...las aves silvestres chillaban, /Y, aterrorizadas, revoloteaban sobre el suelo, /Y agitaban sus inútiles alas; los brutos más salvajes/ Venían dóciles y trémulos; y las víboras se arrastraron / Y se enroscaron entre la multitud, /Silbando, pero sin picar - y fueron muertas para ser alimento». (La Oscuridad, Lord Byron, 1816)
http://quotations.about.com/cs/poemlyrics/a/Darkness.htm
El verano de 1816 no existió en Europa. Sólo hubo frío, un invierno que duró muchos meses. Las cosechas fueron escasas y hubo una gran hambruna. Y como ocurre siempre en estas situaciones, animales que normalmente son poco apetecibles para comer, como gatos, culebras o ratas, se convirtieron en manjares deseados. Fue la mayor hambruna del siglo XIX.
La escritora Mary Shelley y el poeta Lord Byron sufrieron el tenebroso verano que nunca existió en una casa en la orilla del lago Lemán, Ginebra. Los días eran negros y contagiaron su negrura a los dos personajes. Lord Byron escribió el poema «La Oscuridad» que contiene, entre otros, los versos con los que empezaba esta columna. Y Mary Shelley empezó a concebir la que es la novela gótica más conocida: «Frankenstein o el moderno Prometeo».
La responsable de aquel año sin verano, e indirectamente de esas dos obras indispensables de la literatura universal, fue la explosión del volcán Tambora en lo que hoy es Indonesia. Una tremenda explosión que creó un cráter casi circular de 6 km de diámetro y 1 100 m de profundidad. Se estima que la erupción lanzó al espacio 160 km cúbicos, lo que la convierten en la mayor explosión volcánica de la historia. Subrayo «de la historia». Es decir, desde que la humanidad tiene escritura. Ha habido erupciones más potentes pero en épocas en las que los humanos no sabíamos escribir, o no existíamos.
Empezó a rugir en 1812, y hubo una explosión mediana el 5 de abril de 1815 y llegó a su momento culminante el 10 y el 11 de abril de ese mismo año. La explosión fue tan enorme que su ruido se oyó en Sumatra. Tal vez, recordando el mapa mundial y que esa isla también pertenece a Indonesia, no parezca mucha distancia. Reflexionemos un poco, Sumatra está a más de dos mil kilómetros. Es decir, es como si el volcán hubiera explosionado en Donosti y se oyera en Berlín.
La explosión lanzó cenizas y azufre a la estratosfera y desde allí se difundió por todo el mundo. Por eso, al año siguiente, 1816, en Europa no hubo verano.
Se estima que murieron unas 71 000 personas, entre 10 000 y 11 000 por los efectos directos de la erupción, la mayor parte del resto por hambre.
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El volcán Tambora |
2015-06-30 |
El volcán Tambora
Publicado en Diario Vasco. Big Bang el 8 de abril de 2015
Hace doscientos años explosionó el volcán Tambora
«...las aves silvestres chillaban, /Y, aterrorizadas, revoloteaban sobre el suelo, /Y agitaban sus inútiles alas; los brutos más salvajes/ Venían dóciles y trémulos; y las víboras se arrastraron / Y se enroscaron entre la multitud, /Silbando, pero sin picar - y fueron muertas para ser alimento». (La Oscuridad, Lord Byron, 1816)
http://quotations.about.com/cs/poemlyrics/a/Darkness.htm
El verano de 1816 no existió en Europa. Sólo hubo frío, un invierno que duró muchos meses. Las cosechas fueron escasas y hubo una gran hambruna. Y como ocurre siempre en estas situaciones, animales que normalmente son poco apetecibles para comer, como gatos, culebras o ratas, se convirtieron en manjares deseados. Fue la mayor hambruna del siglo XIX.
La escritora Mary Shelley y el poeta Lord Byron sufrieron el tenebroso verano que nunca existió en una casa en la orilla del lago Lemán, Ginebra. Los días eran negros y contagiaron su negrura a los dos personajes. Lord Byron escribió el poema «La Oscuridad» que contiene, entre otros, los versos con los que empezaba esta columna. Y Mary Shelley empezó a concebir la que es la novela gótica más conocida: «Frankenstein o el moderno Prometeo».
La responsable de aquel año sin verano, e indirectamente de esas dos obras indispensables de la literatura universal, fue la explosión del volcán Tambora en lo que hoy es Indonesia. Una tremenda explosión que creó un cráter casi circular de 6 km de diámetro y 1 100 m de profundidad. Se estima que la erupción lanzó al espacio 160 km cúbicos, lo que la convierten en la mayor explosión volcánica de la historia. Subrayo «de la historia». Es decir, desde que la humanidad tiene escritura. Ha habido erupciones más potentes pero en épocas en las que los humanos no sabíamos escribir, o no existíamos.
Empezó a rugir en 1812, y hubo una explosión mediana el 5 de abril de 1815 y llegó a su momento culminante el 10 y el 11 de abril de ese mismo año. La explosión fue tan enorme que su ruido se oyó en Sumatra. Tal vez, recordando el mapa mundial y que esa isla también pertenece a Indonesia, no parezca mucha distancia. Reflexionemos un poco, Sumatra está a más de dos mil kilómetros. Es decir, es como si el volcán hubiera explosionado en Donosti y se oyera en Berlín.
La explosión lanzó cenizas y azufre a la estratosfera y desde allí se difundió por todo el mundo. Por eso, al año siguiente, 1816, en Europa no hubo verano.
Se estima que murieron unas 71 000 personas, entre 10 000 y 11 000 por los efectos directos de la erupción, la mayor parte del resto por hambre.
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Ferdinand de Verbiest |
2015-06-22 |
Ferdinand de Verbiest
Publicado en Diario Vasco. Big Bang el 4 de abril de 2015
Autor: Félix Ares
Un concurso científico a vida o muerte en la dinastía Qing
Por casualidad he conocido algo de la extraordinaria vida del jesuita Ferdinand Verbiest que nació en Flandes en 1623, es decir, cuando estaba bajo control español.
Estudió filosofía y matemáticas en Lovaina, teología en Sevilla, y astronomía y matemáticas en Roma. Tras ser ordenado sacerdote partió junto otros 35 misioneros para una misión en China. Llegó a Beijing, colaboró con el entonces director del observatorio astronómico y gabinete matemático, el también jesuita Johann Adam Schall von Bell.
Las relaciones entre los jesuitas y el emperador cambiaron drásticamente. Con el emperador Shunzhi se llevaban muy bien, pero a su muerte le sucedió el emperador Kangxi de solo siete años de edad y al regente no le gustaban los jesuitas. En 1664 el astrónomo Yang Guangxian desafió a Schall von Bell a un concurso astronómico. Ganó Guangxian y Schall y otros jesuitas fueron condenados a morir, tras sufrir un duro martirio: dos meses atados a estacas de madera que no les permitían ni estar de pié ni sentarse. En ese periodo ocurrieron diversos malos acontecimientos. El 16 de abril de 1665 hubo un terremoto que destruyó la cárcel donde se iba a celebrar la ejecución de los jesuitas, un fuego destruyó la parte del palacio donde se pronunció su sentencia y un extraño meteoro se vio en el cielo. Estos hechos se interpretaron como un presagio, y cambiaron la pena de muerte por deportación.
En 1669 el joven emperador Kangxi logró deshacerse del regente cuando se demostró que era corrupto. Nuestro viejo amigo, el astrónomo Yang Guangxian, le informó de que el calendario para 1670 tenía muchos errores. El emperador hizo un concurso para comparar la astronomía China y la Europea. Cada equipo debía responder a tres preguntas: 1) predecir la longitud de la sombra de un gnomon de una longitud determinada un cierto día al mediodía. 2) las posiciones relativas y absolutas del Sol y los planetas un día dado y 3) predecir la fecha exacta de un eclipse lunar. El premio para el perdedor era la muerte.
Guangxian y Verbiest compitieron. El flamenco usó una edición actualizada de las Tablas Rudolfinas, que había elaborado Johannes Kepler a partir de los datos de Tycho Brahe y ganó en las tres pruebas. Por ello fue nombrado director del Observatorio astronómico de Beijing y de su gabinete matemático, los jesuitas exiliados pudieron volver y Guangxian fue condenado a la misma muerte que había planeado para los jesuitas, aunque al final su pena fue conmutada por el exilio.
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El pico del ornitorrinco-Publicado en 2005 |
2015-06-10 |
El pico del ornitorrinco
Publicado en Diario Vasco 27 de julio de 2005
Autor: Félix Ares
A todos nos sorprende lo raro que es el ornitorrinco. Parece un animal fabuloso hecho con restos de otros animales. Piel de topo, pies planos parecidos a los patos, pico en forma de paleta también perecido a los patos aunque recubierto de piel, pone huevos como las aves, aunque amamanta a las crías como lo que es: un mamífero primitivo (monotrema).
Es un animal pequeño de 30 a 45 cm de longitud y que pesa unos cuatro kilos. Vive en los ríos y lagos de Australia y Tasmania.
Lo más extraño del animalito es su pico. Su dieta habitual está formada por plantas, lombrices, renacuajos, camarones y pequeños invertebrados que crecen en el fondo de las aguas. Normalmente encuentra su alimento en aguas turbias, con mucho barro suspendido, por lo que la vista no le sirve de mucho. Para capturar a sus presas se sirve de su pico. En la parte frontal del mismo tiene sensores muy eficaces que son capaces de detectar la variación de los campos eléctricos.
Hay peces que detectan los campos eléctricos que fluyen siempre en una dirección y los hay que detectan las corrientes alternas. El pico del ornitorrinco detecta ambos tipos de corrientes.
Los animales al moverse activan los nervios y músculos mediante señales eléctricas que son las que detecta el pico del ornitorrinco. Sus múltiples sensores permiten saber en qué dirección está el animal que las ha producido. El movimiento de la cola de un camarón lo detecta a veinte centímetros de distancia. También detecta la electricidad de los remolinos de agua al rodear una piedra, por lo que probablemente dispone de un buen mapa de lo que es el fondo en el que se mueve. Lo sorprendente es que ese mapa es eléctrico.
La comida que recoge en el fondo la acumula en los carrillos y después cuando regresa a la superficie la mastica y la come.
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Carreteras quinta generación |
2015-06-09 |
Carreteras quinta generación
Publicado en Diario Vasco. Big Bang el 25 de marzo de 2015
Autor: Félix Ares
Una mirada a las carreteras del próximo futuro
Probablemente usted al leer el título de esta columna haya pensado, ¿¡ah!, pero las carreteras tienen generaciones? Pues sí. Primero fue el camino de mulas; después vinieron las vías romanas, mucho más exigentes pues tenían que permitir el paso de ejércitos armados y de carros de transporte; después, como consecuencia del automóvil y de las bicicletas, se desarrollaron las calzadas con asfalto; el siguiente paso fueron las autopistas; y en el futuro serán las carreteras de quinta generación. Las carreteras actuales son el resultado de una evolución bimilenaria. El imperio Romano necesitaba de rutas rápidas por las que pudieran circular velozmente los correos imperiales y las carretas de comerciantes. Ello obligó a que los antiguos caminos de tierra apelmazada se hicieran mucho más complejos, con diferentes capas, algunas que permitían el drenaje y evitaban que la carretera se cubriera de agua, y en la parte superior pavimento plano que permitía que los correos a caballo alcanzasen gran velocidad. La generalización de la bicicleta y de los automóviles impulsó las carreteras apelmazadas con apisonadora y que ofrecieran una superficie lisa que evitase los botes. Se consiguió asfaltándolas. Tras la Segunda Guerra Mundial el tráfico se intensificó de tal manera que se desarrollaron las autopistas. Y ahora nos encontramos inmersos en una gran revolución. El primer aspecto de esta revolución es la duración. Por término medio, la superficie hay que renovarla cada diez años. Las reparaciones tardan mucho y son muy molestas para los usuarios. Se trata por todos los medios de que duren más y que a la vez se reparen en menos tiempo. Hay una amplia panoplia de soluciones que se están experimentando en distintos lugares del mundo. Algunas son sorprendentes. Por ejemplo, dentro del recubrimiento bituminoso habitual, hay bolitas con bitumen nuevo. Cuando la circulación vaya desgastando la calzada van apareciendo las bolitas que revientan y cubren los huecos. Otra idea que está siendo probada es incluir en el pavimento bituminoso hilos conductores que cuando el firme esté deteriorado se conectan a la electricidad, se calientan, el bitumen se funde y tapa las grietas.
Pero la duración tan solo es uno de los aspectos. También deben ser dinámicas y reconfigurarse con el tráfico existente. Deben comunicarse con los vehículos y darles instrucciones y deben obtener energía para las señales y para alimentar a los coches eléctricos que circulan por ellas.
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Una nueva isla |
2015-06-01 |
Una nueva isla
Publicado en Diario Vasco. Big Bang el 18 de marzo de 2015
Autor: Félix Ares
Un volcán ha hecho nacer de la noche a la mañana una nueva isla
El Reino de Tonga, de la Polinesia, está formado por muchas islas. Su capital es Nukualofa. 45 kilómetros al noroeste de la capital hay un volcán submarino llamado de Hunga Tonga. Se ha hecho famoso pues tras su erupción en diciembre del pasado año, se ha creado una hermosa isla oblonga de 500 m de largo y cuya altura máxima es de 250 m.
Según Gianpiero Orbassano, que recientemente visitó la isla, el suelo todavía está caliente. No se trata de roca dura sino de magma fragmentado, básicamente de pequeñas piedras apiladas unas encima de otras sin nada que las cemente, lo que la hace muy inestable.
No se aconseja su visita debido tanto a que es muy inestable como a que no sabemos si volverá a haber otra erupción.
Si miramos una foto aérea anterior a la erupción veremos que al lado del volcán había dos pequeños islotes. Hoy se ve en medio de ellos otro mucho mayor que tiene un gran cráter circular en el centro.
Islas que aparecen de repente hay muchas, casi todos los años aparece alguna debido a volcanes o terremotos, pero no tan grandes como esta.
Algo similar ocurrió en 1831 mucho más cerca de nosotros, a 30 km al sur de Sicilia. La isla que surgió de repente tiene varios nombres, pero es más habitual es el de Ferdinandea, en honor a Fernando II, rey de las dos Sicilias. Allí hay un volcán submarino que se puso en erupción y creó la isla con unos cuatro kilómetros cuadrados de superficie y que se elevó hasta los 65 m. La erupción se produjo en julio, por lo que también se le conoce como isla Julia. Apenas duró seis meses pues despareció en diciembre de ese mismo año. Una vez que cesaron las presiones sísmicas que la habían producido y las tensiones dentro del volcán se relajaron, la cima de la isla descendió. En 1925 estaba a 25 m de profundidad, pero se ha ido elevando y hoy en día está tan solo a 6 m por debajo del nivel del mar. Frecuentemente la confunden con un submarino.
Varios autores, entre otros Julio Verne y Alejandro Dumas, aprovecharon el hecho de que la isla Ferdinandea estuvieran tan solo seis meses emergida para hacerla escenario de sus novelas.
En «Las maravillosas aventuras de Antifer», Verne sitúa un inmenso tesoro, enterrado en lo que en esos meses que estuvo emergida era su costa. Los protagonistas tuvieron que dejar que el tesoro durmiera su sueño de agua. Si hubiera sido cierto, hoy con equipos de buceo podría recuperarse. Lástima que solo era una buena historia.
No sabemos si Hunga Tonga ha venido para quedarse o si puede desaparecer.
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